viernes, 1 de abril de 2011

4 años, 4 heridas

Los últimos cuatro años vividos por Borja Oubiña y el Real Club Celta de Vigo pueden ser llevados hasta tal punto de comparación que resulta sencillo establecer un paralelismo constante en cuanto a sus periplos y andanzas recientes.

Durante la travesía de la temporada 06-07 el Celta se labró su último y actual descenso a la división de plata del fútbol nacional. Al mismo tiempo un Borja Oubiña deshecho en trabajo, entrega y compromiso dio lo mejor de sí mismo para que aquel navío no se hundiese. Pocos jugadores mostraron tal respeto por la camiseta que vestían. Pero nuestro capitán estuvo a la altura de las circunstancias. Eventualidad que no se puede atribuir a otros que, de palabra y pantomima, mucho cariño decían profesar hacia esta nuestra camiseta.
Con el descenso, el Celta y Borja se labraron su primera herida, la que les separó.

El regreso del Celta a la Segunda División infligió una profunda incisión en el sentimiento celtista y uno de los primeros puses que empezó a manar de la infección y a oler entre los aficionados fue el que establecía divergencias de opinión en cuanto al “deber” que se les presuponía a determinados jugadores en relación a su continuidad o salida del club. Desgraciadamente no fueron pocos los que levantaron el dedito acusador para señalar a Borja en aras de que “tenía” que quedarse, afirmando que si era celtista entonces aquél era el momento de demostrarlo. La dureza de muchos comentarios (injustos en mi opinión) se fue intensificando a medida que las informaciones acerca de los clubes interesados en su contratación se incrementaban.

De Inglaterra y Portugal llegaban los rumores con más peso. El Birmingham y el Benfica de Camacho parecían muy dispuestos a llevarse al medio centro vigués fuera de Galicia.
Y si aquel año Borja decidió partir de su Vigo natal no fue sino para que su carrera futbolística siguiese creciendo como merecía y debía. Al margen de lo que pensasen algunos con sus cuestionables exigencias morales en la mano.

Así nos dejó, con las arcas del club un poquito más llenas. Ya que, como siempre abogó él mismo, el día que saliese del Celta sería porque la oferta resultaba atractiva para él, pero también para el club.
Desgraciadamente no creo que recibiese la despedida que se merecía. Quienes piensen que Borja, dentro de su tranquilidad, no sentía mil veces más su salida del club que otros que desgastaban escudos de tanto sobarlos de cara a la galería, no tienen ni idea de lo que hablan. El sentimiento que siempre desprendió el 4 sólo es equiparable al de los sufridos aficionados de grada y, en ningún caso, al de muchos de los que por entonces compartían vestuario con él, le pese a quien le pese. Y siempre valoraré lo que hizo en cada segundo de juego mientras el balón rodaba y la marea nos debatía entre la permanencia y el descenso final.

Al nacer la siguiente temporada el Celta comenzó su actual andaina en la Segunda División. Mientras, Borja Oubiña desembarcaba efímeramente en la Premier League. Su temprana lesión en Anfield Road ante el Liverpool puso fin a su sueño fuera de nuestras fronteras y frenó la que presumo habría sido una boyante carrera futbolística. Esa fue la segunda herida de Borja Oubiña, la que le reunió de nuevo con el equipo que le vio nacer cuando su rodilla izquierda le obligó a hacer un impás. En ese momento el futuro de Borja y el del Celta se volvieron a combinar para dar forma al presente que vivimos a día de hoy.

Desde entonces hasta ahora las arrancadas, vueltas al césped, recaídas, tratamientos de recuperación y nuevas operaciones de Borja Oubiña se han ido sucediendo; pudiendo contarse hasta tres pasos por el quirófano. Los que, sumados al descenso vivido en la 06-07 suman las cuatro heridas de Borja, sus cuatro cruces.

Cuatro, como los cuatro años que el Celta estuvo padeciendo los dolores de, primero, ese descenso, y después tres temporadas grisáceas, cuasi negras, en Segunda División. Cuatro años sufriendo. Las cuatro heridas del Celta.

Celta y Borja. Borja y Celta. Lo que para uno fueron dolencias físicas para otro fueron dolencias futbolísticas.

Mientras el 4 bregaba con cirugías y recuperaciones post-quirófano, el Celta luchaba en el césped contra lo mal dado del fútbol: apreturas de última hora para evitar descensos a 2ªB, cambios constantes de entrenador, carencias de profesionalidad en determinados integrantes de la plantilla y un fútbol que malamente podía inspirar a soñar a mayores y a lo grande como, por ejemplo, con un regreso a la División de Oro de nuestro fútbol.

Este año, temporada 2010-11, ha sido el regreso de ambos. El retorno del Borja Oubiña plenamente recuperado y preparado para afrontar lo que venga y el retorno del Celta dotado de talento y compromiso a partes iguales.

Es cierto, los dos se han hecho esperar. Tanto que volver a ver a ambos caminando con fuerza en el mundo del fútbol es ya de por sí un regalo. Pero es que además los dos están empecinados en volver a lo grande. Empecinados en hacernos creer que éste es el año en el que, por fin, las aspiraciones celestes parecen haber sumado los enteros suficientes para que el objetivo que todos tenemos entre ceja y ceja sea el más ambicioso de la categoría: el ascenso directo.

Es cierto que la fortuna quiso reunirles en el que desafortunadamente está siendo el peor momento de la temporada y Borja aún no conoce las mieles de la victoria. Pero, si hay algo que todos tenemos claro, es que no tardará mucho. Tardó dos minutos en demostrarnos, con aquel balón enviado a Quique De Lucas en el partido ante el Villarreal B, que su visión y talento siguen estando latentes en su interior; tardó dos partidos en volver a lucir el brazalete de capitán que le define como el jefe del centro del campo; y no tardará mucho más en llevarse los tres puntos de la victoria reflejados en el sudor de su frente.

En los tres partidos disputados como titular dejó entrever la puntita del iceberg, lo que implica que todavía nos queda por re-descubrir la parte que está oculta bajo el nivel del mar. La parte más grandiosa y poderosa de toda montaña de hielo. La misma que se irá despertando a base de minutos para que los instintos y las capacidades aletargadas durante estos años de obligado ostracismo futbolero vayan reviviendo en las piernas y el fútbol del 4, para fortuna del Celta y del celtismo.

Y es que ambos, Celta y Borja, todavía tienen todo un camino por delante para cumplir sus objetivos. Borja debe seguir devorando entrenamientos y minutos para brillar como puede y sabe, y el Celta debe seguir bregando partido a partido con la ferocidad necesaria para que nuestro sueño no se convierta en un sueño roto.

Sé que más de uno y de dos creen que lo que pase el domingo en el Benito Villamarín será definitivo. Pero yo no lo veo así. También fueron más de uno y de dos los que pensaron que Borja no lo conseguiría. Que no llegaría hasta aquí. Que habían sido demasiadas intervenciones, problemas y meses… Pero él lo ha conseguido. Y su espíritu es el espíritu del Celta. Así que, locales y foráneos, que ninguno dude que este equipo va a pelear con todo y con todos para que una de las dos primeras plazas de la clasificación nos pertenezca a final de temporada.
Porque si en los momentos duros el paralelismo entre Borja y el Celta se mantuvo; de cara al futuro, la ligazón entre el buen hacer de Borja y el buen hacer del Celta será una constante incuestionable.

Porque el Celta lo merece, porque Borja lo merece y porque nosotros merecemos presenciarlo, vivirlo y disfrutarlo.

Pero sobre todo porque tanto el Real Club Celta de Vigo como Borja Oubiña Menéndez saben lo que es superarse ante las adversidades. Lo hicieron antes y lo harán siempre, su naturaleza dicta su bravura, valentía e inconformismo. Y a ella están cosidas las alas que les impulsan a ambos a soñar con volar más y más alto sin temor a las alturas, los vértigos o las caídas.

Un abrazo a tod@s y ¡Hala Celta!

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