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Foto de Ricardo Grobas |
El diccionario de la RAE define al futbolista así: “jugador
de fútbol”.
Sin florituras, sin adornos, sin salsa ni aderezo.
Tres palabras que hacen estéril y aséptica una profesión con
la capacidad de despertar la vena pasionaria de todos los que hemos caído en
las redes cautivadoras del mundo del fútbol y sabemos reconocer en esos
jugadores una de las principales causas por las que seguir creyendo con locura
enfebrecida en la magia de nuestro deporte.
“Jugador de fútbol” es la profesión cuyo adjetivo
superlativo es Borja Oubiña.
Borja Oubiña es el nombre que resume las aptitudes y
cualidades que atesoran al fútbol con la suficiencia de hacer excelente lo
mejor y repetible lo insuperable.
Sobre el césped
despliega sus talentos y virtudes. Está antes de que se le espere. No espera
antes de ponerla. La pone al primer toque. Y de toques hace su baile.
Ése es el Borja vestido de corto.
Fuera del rectángulo de cal extrapola sus dones aderezándolos
con la sapiencia y mentalidad del que se sabe parte de un juego que no tiene marcador
definitivo hasta pasados los 90 minutos más tiempo añadido. Del que sabe que la
grandeza del rival no es medida justa para anticipar resultados hasta que la
enfrentas a tu propia grandeza y la obligas a competir.
En un campeonato de desalmado equilibrio entre “Tiburones y
Pezqueñines” siempre existe ese pequeño espécimen cuya voluntad es más fuerte
que su conformismo y que tiene la habilidad de encontrar su camino para defenderse
y atacar a un escualo tan considerable como es el gran blanco.
El 20 de octubre iremos al Bernabéu y no lo haremos de
visita turística. Si ese tiburón quiere la victoria tendrá que sudarla y, es
que, enfrente, encontrará un equipo de “pezqueñines” con un capitán a la cabeza
dispuesto a que el inmaculado albino lechoso que define a los rivales termine el
encuentro teñido de césped y cicatrizado de barro.
Así como los partidos hay que jugarlos antes de perderlos,
empatarlos o ganarlos; a los jugadores deberían “Oubiñarlos” antes de
ficharlos.
Porque si ser “futbolista” es ser sólo “jugador de fútbol”…
Entonces, ser Borja Oubiña es otra cosa…
Que resuciten a Charles Darwin, hemos encontrado al ejemplar
destinado a suceder al Homo Sapiens y gobernar la Tierra.
Su identidad: Borja
Oubiña Meléndez.
Un abrazo a tod@s y ¡Hala Celta!